Rusia ve con preocupación como un viejo enemigo vuelve del frío. Un brote de carbunco en Siberia ha causado la muerte de un niño de 12 años y ha mandado a casi un centenar de personas al hospital. La crisis ha ocasionado que la ministra de Sanidad rusa, Veronika Skvortsova, viaje a la localidad de Salejard, al norte de Siberia Occidental, para tomar el control de la situación. Algunos medios apuntan que el brote viene de un esqueleto de reno muerto hace 75 años y que ha quedado al descubierto por el deshielo. Esta bacteria ‘zombi’, que regresa desde cadáveres muertos hace décadas, ha pillado desprevenida a las autoridades de Siberia, donde se ha desatado el temor a este enemigo olvidado.
El gobernador de la región de Yamalo-Nenets, Dimitri Kobilkin, ha encargado efectuar una investigación minuciosa acerca de la asistencia médica prestada y ha ofrecido toda la ayuda necesaria a los habitantes después de que el pasado 25 de julio fuese implantada una cuarentena: más de 2.300 renos habían muerto por una epidemia de esta «peste siberiana», como llaman a la enfermedad en Rusia. Con la muerte de los animales se desató la alarma y ahora el objetivo es que los humanos no sigan la misma suerte.
La última vez que se tuvo noticia de este mal en la región fue en 1941. El contagio ha sido posible por las inusuales altas temperaturas registradas en la zona el mes pasado, con máximas de hasta 35 grados centígrados.La bacteria se conserva congelada en restos de todo tipo de animales. Así puede aguantar cientos de años, pero con un eventual deshielo llega el peligro. En algunas zonas de Rusia hay cadáveres enterrados muy cerca de la superficie, porque el permafrost dificulta excavar profundo. Los pueblos nómadas solían enterrar a los suyos cerca de los ríos. Algunas tribus dejaban a sus seres queridos fallecidos en una caja de madera sobre el suelo: el hielo hacía el resto. Pero las temperaturas medias en Rusia (especialmente las de las zonas más frías) han subido notablemente durante la última década. El deshielo hace correr el agua, que transporta esta bacteria desde el cadáver hasta la boca de otro ser vivo.
La ministra Skvortsova tenía ayer previsto reunirse con las autoridades locales en la región de Yamal para coordinar medidas para prevenir una epidemia tras el brote del Bacillus anthracis, que es el nombre y apellido de la bacteria causante del ántrax o carbunco, una enfermedad propia sobre todo del ganado herbívoro. Es un enemigo difícil de detectar, y Moscú ha enviado a la zona tropas preparadas para la guerra biológica.
Aunque el mal no suele afectar al hombre gracias a los avances de los programas de vacunación animal y a las mejoras higiénicas, el microorganismo no se ha erradicado. De hecho está en el arsenal biológico de más de una decena de países en todo el mundo. Hace un año un laboratorio militar ubicado en un polígono de las fuerzas militares de EE.UU. en Utah, envió por error esporas vivas de ántrax a decenas de laboratorios en EE.UU., así como a Corea del Sur, Canadá y Australia. Rusia advirtió entonces de que el Pentágono estaba poniendo en peligro no solo a la población de EE.UU., sino a la de otros países también.
La más famosa crisis del ántrax fue también en EE.UU. tras el 11-S. Cartas que contenían esporas de carbunco fueron enviadas a varias oficinas de medios de información y a senadores demócratas de Estados Unidos. Hubo 22 personas infectadas, 5 de las cuales fallecieron.
Una amenaza interna
Ahora el problema lo tienen los rusos dentro, pero como amenaza de epidemia. El niño fallecido pertenecía a una familia de nómadas y 211 personas tuvieron contacto directo con los renos enfermos. Un medio ruso, LifeNews, ha dicho que la madre del pequeño murió por la misma causa hace una semana. Más de 90 personas han sido hospitalizadas de manera preventiva y a ocho de ellas se les ha diagnosticado carbunco. Entre los ingresados hay 50 niños, seguramente debido en parte a que se han realizado análisis a todos los hijos de pastores de reno. Todavía se buscan más posibles afectados.
Brigadas de veterinarios han vacunado a más de 35.000 renos que pastan en los territorios próximos al foco de la epidemia. Las autoridades han evacuado a 63 residentes, manteniendo en cuarentena una zona 60 kilómetros a la redonda del foco de la infección.
Existen tres variantes de la infección por ántrax. La primera es cutánea y se produce por contacto con animales infectados, es la manifestación más común de la enfermedad y no es tan peligrosa. La segunda, gastrointestinal, sobreviene al comer carne mal cocinada de reses enfermas o agua contaminada por ellas: éste parece ser el caso del niño fallecido, que tuvo diarreas y vómitos antes de morir. El tercer tipo lo causa la inhalación de esporas de ántrax: es el llamado «carbunco pulmonar», mortal en la mayoría de los casos. Se puede tratar con antibióticos, pero es fundamental que se suministren cuando ha pasado poco tiempo desde la infección.
Según la agencia rusa Sputnik, se está vacunando a los renos en las áreas colindantes con la zona de riesgo, ya van cerca de 9.000 animales. En total serán vacunados 41.000. Los restos de los renos muertos serán incinerados, pues las esporas del Bacillus anthracis sobreviven a temperaturas de hasta 140 grados centígrados. El bacilo puede permanecer en el ambiente durante muchos años. Las Tropas de Defensa Química y Biológica de Rusia han sido desplegadas para realizar pruebas de laboratorio de las muestras del suelo, detectar y eliminar el foco de la infección y deshacerse con eficacia de los cadáveres de los animales contaminados.
Un ‘Chernobil biológico’
Aunque el mal del carbunco llevaba desde la época de la Segunda Guerra Mundial sin manifestarse en esta zona de Rusia, en los años setenta hubo un incidente de naturaleza similar. Esporas de Bacillus anthracis fueron liberadas de forma accidental de una instalación militar en la ciudad de Sverdlovsk, hoy llamada Ekaterinburgo, en de abril de 1979. Este accidente, ocurrido a 1.400 kilómetros de Moscú, fue bautizado posteriormente como el «Chernobyl biológico» y ocasionó un centenar de muertes por inhalación.
El número exacto de víctimas es un misterio porque los detalles de la epidemia fueron ocultados durante años por la Unión Soviética. Aquella horrible epidemia tenía trazas de gripe salvaje: producía hemorragias cerebrales y rasgaba los pulmones de la gente. Desde un primer momento se achacaron las muertes al consumo de carne contaminada del área y se eliminaron todos los registros médicos de las víctimas: todo con tal de evitar acusaciones de violaciones de la Convención sobre Armas Biológicas.
En Sverdlosk todo ocurría en secreto. En aquellos años Moscú rivalizaba en armamento con los norteamericanos y había creado una pujante industria de investigación sobre otros tipos de ‘armas’ en esta localidad, que recibió el estatus de ‘ciudad cerrada’. Estaba vetada a turistas y occidentales, y albergaba el llamado Complejo Militar 19. Es el nombre de la base donde un empleado, al finalizar su turno, no notificó adecuadamente la necesidad de cambiar un filtro y desató una catástrofe silenciosa que hizo que hospitales de la ciudad se llenasen de personas aquejadas de idénticos síntomas.
En Sverdlosk mandaba en aquellos años el joven Boris Yeltsin, que en los noventa sería el primer presidente de Rusia. Él, con la ayuda del Partido Comunista y el KGB, se encargó de encubrir todo el desastre, enviando a agentes secretos disfrazados de médicos a dar informaciones falsas a las familias de las víctimas. Incluso se detuvo a vendedores de carne y se sacrificó a perros callejeros para dar realismo a la historia de la carne contaminada. Después Moscú decidió llevar la planta de Antrax más lejos, a Kazajistán. Pero ahora el ‘zombi’ ha vuelto.
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