Ya lo decía George Orwell en Rebelión en la granja (1945): «Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros». Lo cierto es que vivimos rodeados de ellos. Los tenemos en nuestras casas, en la nevera y convivimos con ellos cuando salimos al campo o estamos en la ciudad. Nos hacen compañía y nos proporcionan comida, pero también son un foco de enfermedades. Algunas de ellas, como la rabia o la malaria, son unas antiguas conocidas aunque siguen causando decenas de miles de muertes cada año. Otras, como el ébola y el zika, son para nosotros amenazas recientes que han causado una gran alarma en la opinión pública y se han convertido en una seria preocupación para las autoridades sanitarias ante la falta de vacunas o medicinas para hacerles frente.
Las enfermedades que se transmiten de forma natural de los animales a los personas se denominan zoonosis (del griego, zoo, que significa animal, y nosis, enfermedad) y aunque, en teoría, esta definición comprende a las patologías que proceden de los vertebrados (como el virus del ébola, la leishmaniasis, el mal de las vacas locas, la rabia, la fiebre del Nilo o la toxoplasmosis), en la práctica también se extiende a las que transmiten los insectos, como el dengue o la malaria.
Estas enfermedades infecciosas (se han descrito más de 200) se conocen desde hace siglos y son causadas por patógenos diversos como los virus, los parásitos, los hongos y las bacterias. Su forma de transmisión es variada: desde estar en contacto con animales infectados a sufrir una mordedura o ingerir comida o bebida en mal estado.»La prevención de estas enfermedades es importante tanto para la producción de alimentos como para proteger la salud de los animales de compañía», señaló Vytenis Andriukaitis, comisario Europeo para la Salud y la Seguridad Alimentaria, durante el congreso que celebró en Bruselas la Federación Internacional para la Salud Animal en Europa (IFAH-Europe, por sus siglas en inglés) y al que fue invitado EL MUNDO. Se trata de la organización que representa a los fabricantes de fármacos de uso veterinario y otros productos sanitarios para animales.
«La salud animal influye directamente en el ecosistema, en el sistema público de salud y en la comida. Prevenir es mejor que curar, así que tenemos que pensar en la educación», señala Petr Satrán, veterinario asesor de la Representación Permanente de la República Checa ante la UE. Los movimientos de personas, productos y animales, la globalización, los cambios en el clima, la demografía y la resistencia a los antibióticos son, en su opinión, los mayores riesgos para la propagación de enfermedades.
La rabia es una de las zoonosis más conocidas y graves. Se estima que cada año mueren por esta causa 55.000 personas en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), y la mayoría de las víctimas son niños que viven en países en vías de desarrollo. El 95% de los casos de rabia tiene su origen en las mordeduras de perro.
Sin embargo, según señala a este diario la doctora Elizabeth Mumford, veterinaria del Departamento de Alerta y Respuesta de la OMS, «desafortunadamente, es prácticamente imposible calcular el número de personas que mueren cada año como consecuencia de las zoonosis».
«Por ejemplo, las intoxicaciones alimentarias son muy comunes, pero normalmente no se hace un diagnóstico definitivo, así que no somos capaces de determinar qué porcentaje procede de las zoonosis y cuántas no tienen relación con enfermedades animales», explica a través de un correo electrónico. «De la misma forma, tampoco se puede determinar el número de casos de tuberculosis zoonótica, aunque el número es probablemente bajo en Europa. En la mayoría de los casos, una vez que se diagnostica un caso de tuberculosis en una persona, no se hace otra prueba para determinar si la infección ha sido debido a Mycobacterium bovis (zoonótica) o M. tuberculosis (no zoonótica)». detalla esta especialista.
La brucelosis o fiebre de Malta se contagia a los seres humanos, sobre todo, a través del consumo de leche o productos lácteos no pasteurizados, en particular los que provienen de ovejas y cabras aunque también una persona puede contraer la enfermedad por contacto directo con los animales infectados. El consumo de alimentos también es la vía de transmisión a los humanos de la salmonela, una enfermedad que se ha logrado reducir mucho vacunando a las aves.
Abuso de fármacos veterinarios
Pero los fármacos veterinarios también tienen riesgos para los humanos si no se emplean de manera adecuada, así que uno de los asuntos destacados del encuentro de Bruselas fue la importancia de hacer un uso responsable de los mismos. La resistencia a los antibióticos es una de las grandes preocupaciones de las autoridades sanitarias. Se estima que 25.000 personas mueren cada año en la Unión Europea por infecciones relacionadas con este problema: «Luchar contra la resistencia a los antibióticos (en inglés, antimicrobial resistance, AMR) es una prioridad, por lo que queremos prohibir el uso preventivo de antibióticos y que haya normas más estrictas para su prescripción», apunta el comisario europeo.
Rui Lemos Silva, veterinario y médico, echa en falta precisamente una mayor colaboración entre médicos, veterinarios, políticos y organizaciones sociales. Habla del concepto One Health, o salud única, para expresar la necesidad de que la salud de las personas, de los animales y del medio ambiente se conciban de una manera unitaria: «Ese concepto debería estar integrado en las facultades de Medicina y Veterinaria», reclama.
El cambio climático está propiciando también la propagación de ciertas enfermedades porque llegan especies nuevas a zonas en las que antes no vivían. Por otro lado, algunas enfermedades animales no se transmiten a los humanos, pero tienen un gran impacto económico porque obligan al sacrificio del resto de ejemplares que conviven con los afectados y por las restricciones a su exportación tras detectarse un brote.
«Intentamos actuar con rapidez para que se maten menos animales. Por eso uno de los objetivos es disponer de tecnología y de un programa de vigilancia que permita detectar antes estos brotes», apunta Bernard Van Goethem, director de la sección de gestión de crisis en comida, animales y plantas de la Comisión Europea.
Prevenir en vez de sólo curar
«La mentalidad es la de curar, pero hay que centrarse en la prevención. Es algo que debería contemplarse en las universidades porque es un aspecto muy importante en la formación de veterinarios y médicos», coincide el catedrático José Manuel Sánchez-Vizcaíno, profesor de Sanidad Animal en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), donde cuentan con un laboratorio de enfermedades emergentes: «Continuamente vemos qué pasa por el mundo y qué nos va a llegar», señala. Su prioridad, explica a EL MUNDO, «es la detección temprana de enfermedades infecciosas animales».
«Los países afectados por una enfermedad de transmisión animal no pueden exportar animales o productos relacionados con ella. Los veterinarios somos mucho más prevencionistas que los médicos. Y dentro de los veterinarios, los que no trabajamos con pequeños animales. Los de pequeños animales son más curativos porque tienen más mentalidad médica que veterinaria», relata Sánchez-Vizcaíno, que también dirige el laboratorio de referencia del virus de la peste porcina africana de la Organización Mundial para la Salud Animal (OIE, por sus siglas en inglés). Ésta es, asegura, la enfermedad animal que más daño está haciendo a la ganadería en Europa.
Peste porcina africana en Europa
El actual brote de peste porcina africana empezó en 2007 en Georgia y se extendió rápidamente por Rusia y Europa del Este. A la UE llegó en 2014. Polonia, Lituania, Letonia y Estonia son los estados miembros afectados hasta ahora.
En la actualidad, España exporta casi la mitad de su producción de porcino. ¿Hay riesgo de que llegue a nuestro país la peste porcina africana? «Es difícil porque está muy lejos pero a Alemania es muy fácil que llegue», señala Sánchez-Vizcaíno, que subraya la dificultad de detectar los ejemplares afectados: «La mayoría de las veces el animal tiene un cuadro clínico pero a veces son portadores, es decir, llevan el virus, pero no están enfermos».
No existe vacuna para «esta enfermedad compleja», que no supone un riesgo para los seres humanos. «Para conseguir esa vacuna contra la peste porcina africana hay que desarrollar mucha tecnología y eso es caro. Como no había clientes porque la enfermedad sólo estaba en África y África no compra vacunas, no había habido interés por desarrollarla. Ahora, como está en la UE y se está expandiendo, empieza a haber negocio y con él, interés por parte de las empresas del sector para desarrollarlas», apunta.
España sufrió en los años 60 las consecuencias económicas de un brote de peste porcina: «Durante un tiempo convivimos con ella pero al incorporarnos a la UE, nuestro sector porcino, que empezaba a ser importante, iba a estar cerrado a las exportaciones, así que la industria porcina y la administración española llevaron a cabo un programa importante para la erradicación, que fue financiado en parte por la UE y logró acabar con la enfermedad en cinco años. La erradicamos sin vacunación, matando a los animales que daban positivo. Descubrimos las rutas de contagio y cortamos esas rutas de infección», recuerda el veterinario.
Desarrollar un fármaco veterinario lleva entre cinco y 11 años, y el coste estimado es de 129 millones de euros, según IFAH-Europa, cuyas empresas ingresaron el año pasado 5.000 millones de euros por la venta de sus productos. Un 10% aproximadamente de estos beneficios (500 millones en 2015) se dedicaron a la investigación de nuevos fármacos, según la organización. A nivel mundial, las ventas de productos europeos representan el 31% de las que se producen en todo el mundo. Los productos antiparásitos representan el 32% de las ventas, mientras que las vacunas suponen el 26% y los antimicrobianos, un 14,5%.
La producción de todos los medicamentos para uso veterinario está estrictamente regulada por la UE y por cada uno de los gobiernos nacionales. El sector aspira a que haya un mercado único de medicinas veterinarias en Europa, pues los requisitos necesarios para su aprobación varían según el país. «Uno de los objetivos es eliminar las barreras artificiales en el mercado interno», señala Andriukaitis.
Más máscotas
«Las medicinas veterinarias no son sólo importantes para prevenir la transmisión de enfermedades, son esenciales para los granjeros y para proteger la salud de las mascotas», subrayó Christian Behm, director de IFAH- Europa.
Cada vez tenemos más animales de compañía. Si en 2012 había al menos una mascota en 72 millones de hogares europeos, en 2014 la cifra ascendió a 75 millones.
Hay más mascotas y viven más tiempo, lo que ha propiciado un aumento de los cuidados veterinarios y de la demanda de productos sanitarios para animales: «Estamos viendo muchas enfermedades que antes no veíamos en mascotas, como tumores o problemas de conducta», señala Sánchez-Vizcaíno.
En un 24% de las casas europeas hay al menos un perro (en España el porcentaje es del 26%) y en un 24%, un gato (19% en España), según datos de la Federación de la Industria de Alimentos para Mascotas de Europea (FEDIAF). En los hogares españoles hay un total de 5.330.000 perros, 3.800.000 gatos, 5.154.000 pájaros, 500.000 peces, 205.000 reptiles y 1.650.000 pequeños mamíferos, como conejos.
«Hay tanta soledad en Europa, en general, que para mucha gente su animal de compañía es verdaderamente importante en su vida», reflexiona Sánchez-Vizcaíno, que destaca asimismo la gran variedad de programas terapéuticos que se están desarrollando con animales, como delfines o caballos.
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